miércoles, 5 de agosto de 2009

Intrusos

Caminaba sin sentido entre trajes grises sobre pieles llenas de sudor. Por su puesto que también usaba su traje gris, camisa blanca y una corbata comprada en la calle. Era uno más de ellos, solo que esta vez ocupaba lentes oscuros para protegerse, según él, de los rayos UV.

Caminaba en línea recta, un paso tras otro como un baile programado y preocupado de llevar el ritmo. Se angustiaba cuando alguien se topaba frente a él pues le hacia cambiar de dirección, obligándolo a ajustar nuevamente su compás.

De pronto alguien se topó cara a cara frente a él y no pudo cambiar de dirección. De hecho, tuvo que detenerse pues sus boca carmesí lo cautivó. Su mirada buscó los ojos que acompañaban aquellos gentiles labios, pero unas gafas oscuras velaban la mirada.

“Permiso” – le dijeron, y sus pies reaccionaron ante aquella voz que sin ser autoritaria, demandaba una acción. Atónito la vio seguir su rumbo, preguntándose si la vería de nuevo, si recordaría aquellos labios si los veía nuevamente sonriendo o en otra actitud cuando nuevamente la encontrara.

Sus pasos volvieron a seguir su ritmo acompasado, alejándose molesta, por aquel entrometido que le había hecho romper su ritmo. Aquel con el cual buscaba día a día durante su recorrido regular de hora de almuerzo, a ese intruso que una vez interrumpió su monótono baile anteponiendo una mirada que denotaba ternura y pasión.

En su oficina todavía se lamenta por haber guardado silencio y no haber siquiera dicho “hola” o haber preguntado por un nombre. Sus manos apoyan su cabeza, recordándole que quizás mañana sea un día afortunado y encuentre a ese alguien quien sin intención, interrumpió su día, interrumpiendo su vida, y su corazón.

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