miércoles, 5 de agosto de 2009

Caminar no es sano


Caminábamos de la mano por el parque forestal. Era un día cualquiera de un mes cualquiera. Nada era particular, solo su sonrisa, que ese día estaba particularmente preciosa. Carente de lápiz labial, sus labios delgados pero armoniosos brillaban húmedos cada vez que la luz de algún vehículo daba con ellos. De seguro el conductor disfrutaba de aquellos labios brillantes cuando los alumbraba, pero yo quedaba fascinado con ellos, prendido de su simpleza.

Caminábamos de la mano por el parque forestal cuando un gran estruendo nos sobresalto. Era un sonido envolvente, cercano, seco. Busque el vehículo que debía de haber producido este típico estruendo con su tubo de escape, pero dada la hora eran escasos.

Caminábamos de la mano por el parque forestal cuando una silueta corrió despavorida metros delante nuestro aullando a una luna escondida tras nubes oscuras. No podíamos distinguir si la silueta huía o perseguía, si era cazador o presa, si corría de alegría o de tristeza, pero no se detuvo y la perdimos de vista.

Caminábamos de la mano por el parque forestal cuando voltee a besarla y ella no volteo. Se quedó quieta dejándome parado con mis labios preparados como un imbécil, alumbrado únicamente por el farol que alumbraba tintineante nuestros cuerpos.

Caminábamos de la mano por el parque forestal cuando la miré a la cara y descubrí que una bala había atravesado su cráneo. Ahora sus ojos contemplaban el vacío y su cuerpo dejaba de tener consistencia mientras su líquido vital comenzaba a emanar para pintar sus labios.

Caminábamos de la mano por que parque forestal cuando ella soltó mi mano y quede solo.

Ya no camino por el parque forestal. Caminar es peligroso.

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