Observó el árbol durante largo rato. Lo había visto durante mucho tiempo, pero nunca se había detenido a observarlo y contemplar la caída de las hojas.
Algunas planeaban lentamente, meciéndose a merced del viento hasta tocar el césped suavemente.
Otras comenzaban con una caída rápida, para luego dar un brusco giro como buscando otro rumbo, comenzaban su planeo y zas, otro giro para retomar su alocada carrera en picada hasta el césped.
Por supuesto estaban las que hacían todo lo contrario y en lugar de cambiar de rumbo drásticamente lo hacían pausadamente, tomándose su tiempo, como si cada giro fuera cuidadosamente meditado.
Y por supuesto, estaban las alocadas que se lanzaban en picada contra el césped como si buscaran seguir más allá de él.
Y así, las contemplaba a cada una de ella, y la sonrisa apareció en su rostro, y noto como cada una con su peculiar danzar caían inevitablemente, pero en cada una de ellas podía ver su belleza.
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